CALL FOR LITERARY TRANSLATORS

 Vuelvo a salir de mi “encierro” traductoril para escribir mi primera entrada en X (me da vergüenza decir cuántos, aunque sea algo tan fácilmente comprobable) meses. Aquí me vuelvo a encontrar, delante de mi ordenador portátil, intentando encontrar las palabras para justificar de forma breve mi ausencia, antes de pasar a hablar de lo que en realidad quiero hablar. La única verdad es que soy pésima para conciliar la traducción en sí (cuando estoy trabajando en proyectos de esos que te absorben y eliminan tu vida social por completo) con otras actividades relacionadas, como estar al día de noticias sobre la profesión o actualizar este mi querido blog.

Es mi propósito número uno de este año nuevo (tengo que decir que para mí los propósitos de “año nuevo” nunca empiezan el 1 de enero, sino el 1 de octubre (o el primer día del curso). Después del verano, la playa, las tapas y la feria (quien sea/haya estado por Almería me entenderá), me prometo estudiar/trabajar/investigar más, comer mejor, ir al gimnasio, revisarme los lunares (soy muy blanca y pecosa), y creo que ya he dado demasiada información. En resumen, quiero actualizar más y espero cumplirlo.

Paso al primer tema importante de hoy. La ilusión y los nervios ya nos van rondando a todos los que formamos parte de este proyecto tan guay de la Revista Traditori. Hemos trabajado mucho, y lo seguimos haciendo, para que el primer número salga como esperamos. Así que no os olvidéis de estar atentos ya que queda muy poquito para que podáis leerla. Aunque, no os preocupéis, que ya nos encargamos nosotros de dar guerra para que llegue a todos los oídos.

Y el segundo punto, y al que se refiere el título de esta entrada, es el siguiente: ¿Dónde se encuentran los traductores literarios? ¿Son una especie en peligro de extinción? O, asustados y cansados, ¿han desistido para pasar a trabajar en otros campos de la traducción? Me refiero a traductores más o menos jóvenes, de estos que nos leemos y seguimos en diferentes redes sociales, que nos comentamos y de los que normalmente suelo escuchar que se dedican a la traducción audiovisual, técnica, legal o a la interpretación. Para ellos va mi pregunta.

Últimamente he estado reflexionando sobre este tema. Cuando empecé la carrera de Traducción e Interpretación, acaba de licenciarme en Filología Inglesa. Imaginaos, una típica amante de la literatura y con el sueño de traducir apasionantes novelas en una casa preciosa y acogedora en el Sur. Cursé, obviamente, todas las demás especialidades, y la verdad es que varias de ellas me encantaron, pero como ninguna te limita solo a ella, pensé que mi trabajo ideal sería traducir literatura siempre y otro tipo de textos de vez en cuando. Mi realidad es completamente lo opuesto, y me pregunto si hay por ahí traductores que lean esto y a los que les haya pasado algo parecido.

Sin duda, en mi opinión, conseguir vivir de la traducción literaria es muy difícil (al menos con mi combinación lingüística). Pero no me quejo. Me gusta lo que traduzco pero no pierdo la esperanza de llegar a traducir más de lo que me apasiona. A veces lo dejo un poco de lado por cansancio o por estar muy ocupada con otras traducciones. Pero de repente me vuelve el gusanillo y vuelvo a hablar con editoriales, agencias, escritores. Ahora he empezado un curso de traducción literaria online, muy interesante y del que probablemente os hablaré en una próxima entrada.

Pero entonces, decidme, traductores literarios… ¿Hay alguien ahí?

 

 

A ♥ for Language Blogs

¡Hola a tod@s!

Como muchos otros compañeros traductores y blogueros, me quiero unir a esta iniciativa que comenzaron en el blog Translation Times con la intención de que, bajo el título A ♥ for Language Blogs, cada uno de nosotros demos a conocer nuestros blogs preferidos, aquéllos que seguimos y que no pasamos sin leer.

Pues bien, aquí va mi lista:

1. Algo más que traducir : Este blog, uno de los más (si no el que más) leídos en España, pertenece a Pablo Muñoz, traductor especializado en localización de software y videojuegos, además de docente. En él puedes encontrar desde consejos y trucos muy útiles sobre traducción, edición, cartas de presentación y cv, hasta relatos sobre sus experiencias en cursos, conferencias. etc. Supongo que no habrá persona que lea este blog y no conozca el suyo, pero no podía pasar sin mencionarlo.

2. El Gascón jurado: Un blog imprescindible para cualquier traductor jurado. Fernando A. Nasarre es abogado y traductor jurado de alemán. En su blog puedes encontrar entradas sobre casi cualquier aspecto de la traducción jurada, desde tarifas, convenios, exámenes y explicaciones prácticas.

3. Global2Local Language Solutions: Este blog pertenece a una agencia de traducción estadounidense. Sus entradas, casi siempre relacionadas con el trato traductor-cliente  (qué hacer en situaciones fraudulentas, cómo dirigirse a un cliente cuando nos pide ciertas cosas, etc), siempre me resultan muy interesantes y aplicables a mi vida profesional.

4. El traductor en la sombra: Para mí, Isabel García Cutillas, traductora y autora de este blog, siempre tiene algo importante que contarnos. Sus entradas me parecen simplemente impecables, en cuanto a redacción, claridad, concisión y contenido. Completamente recomendable.

5. Tradux: Tradux es la primera agencia de traducción de Madrid y, además de un ideario muy interesante y admirable (para una agencia), cuenta con un blog que, personalmente, me encanta. No siempre publican sobre asuntos relacionados con la traducción, pero sus entradas nos hacen aprender datos curiosos, historias increibles y, en definitiva, temas que creo que a cualquier traductor le interesará leer.

Sin más, y esperando haberos descubierto algún blog nuevo por aquí, me despido hasta la próxima. ¡Nos seguimos leyendo!

Las herramientas (imaginarias) perfectas para un traductor autónomo


Tras unas semanas de mucho trabajo, estrés y abandono (parcial) de mi faceta de bloguera (por lo que pido disculpas), en mi rutina matutina diaria de lectura de todas las redes sociales en busca de artículos y noticias sobre la profesión, me he encontrado con un artículo que me ha resultado muy entretenido. El artículo en cuestión (http://freelancefolder.com/10-imaginary-freelancing-tools-we-wish-really-existed/) consiste en una lista de herramientas imaginarias que desearíamos que existieran. Como no puedo evitar dejar volar mi imaginación y soñar despierta, me he puesto a pensar en mi propia lista de herramientas, aquellas que me facilitarían mucho la existencia y que me habrían ayudado en estos momentos recientes de estrés. Las mías, junto con algunas que le he cogido prestadas a la autora del artículo, son las siguientes:

  1. Multi – Me. Pues sí, ¿a quién no le gustaría clonarse? Mientras Leticia 1 busca la terminología del texto, Leticia 2 podría encontrar textos paralelos, Leticia 3, a su vez, estar a la caza nuevos clientes, y Leticia 4 maquetando la traducción que acaba de terminar.
  2. CV – updater. Aunque sea una tontería, a mí me cuesta horrores actualizar mi CV. Siempre dejo pasar mucho tiempo hasta que la necesidad me obliga a añadir a mi CV los últimos cursos que he hecho, proyectos en los que he trabajado, o conferencias que he interpretado. Además, cuando lo hago, me doy cuenta de que necesita un cambio de formato para no quedarse obsoleto y, cuando termino, caigo en la cuenta de que debería hacerlo también en inglés, catalán y francés. Si existiese una herramienta que lo hiciese todo por mí…como una agenda en la que yo anote los cursos, seminarios, etc, con sus fechas, y ella sola los pasase a mi CV y además en todos los idiomas… Sería perfecto.
  3. Stopclock. Sería muy útil para aquellas ocasiones en las que la fecha de entrega de un proyecto nos está llevando de cabeza. Detenemos el tiempo, hacemos nuestra traducción o revisión con calma y tan felices.
  4. Casa-oficina portátil. También nos podría ayudar tener no solo un ordenador, sino una oficina portátil, que se pudiera doblar y llevar a cualquier sitio. Así podríamos trabajar con nuestro ordenador, nuestra mesa, nuestros diccionarios o nuestra ventana con mucha luz y con vistas a la playa desde cualquier sitio.
  5. Detector de agencias y/o clientes fraudulentos. Sería como ese aparatito por el que pasan los billetes en las tiendas para ver si son falsos. Cada vez que un cliente contacte contigo, abrirías la herramienta, la cual escanearía el e-mail y te daría un historial de la empresa. Así descubrirías si en su pasado han sido denunciados por otros trabajadores,  no han pagado a algún colaborador o han incumplido cualquier otra condición pactada.

Reconozcámoslo: aunque a todos nos basta con nuestra formación, nuestras aptitudes y nuestro buen hacer para seguir siendo competentes en nuestra profesión, podríamos agradecer alguna ayudita extra.

A vosotros, ¿qué herramienta os haría la vida más fácil?

Frases míticas de la Facultad

La época universitaria suele ser la mejor de nuestras vidas. La mía estuvo llena de fiestas, viajes, aprendizaje, estudio y muy buenos momentos. Y algo mítico en esta época son las frases de nuestros profesores, ¿o no?

Casi siempre son frases que nos sirven de “chiste” con nuestros compañeros, pero a veces se convierten, con el tiempo, en citas que no paramos de usar y que nos sirven como consejos que damos y que nos aplicamos en nuestra profesión.

Me gustaría recordar algunas de esas frases, de las que más me sorprendo a mí misma repitiendo cada vez que hablo de traducción.

Los que estudiaron en la UGR, además, seguramente reconocerán muchas y se pueden [volver a] echar unas risas recordándolas.

1)      Los traductores somos aprendices de todo y expertos en nada. Creo que esta frase la pronunciaron alrededor de un 80% de los profesores que tuve en la carrera. No es estrictamente cierta, porque sé que hay muchos traductores que sí son expertos en informática, en medicina o en cualquier otra rama en la que se hayan especializado y en la que hayan centrado su profesión. Pero tenemos que reconocer que la mayoría de nosotros traducimos o hemos tenido que traducir textos de muy diversa índole y eso nos hace saber un poco [pero no mucho] de genética, otro poco [pero no suficiente] de historia, otro poco [pero sin pasarse] de arte prerrománico y otro poco [muy muy poco] de una especie de plantas que solo crece en Sudáfrica. Y también hace que nadie quiera jugar con nosotros al trivial porque siempre ganamos, jeje.

2)      Hay que ser buen traductor, pero también parecerlo. Bueno, esto está bastante claro. La imagen lo es todo. Y nosotros tenemos que dar buena imagen ante nuestros clientes. Yo aquí incluiría presentar presupuestos y facturas en condiciones, tener un correo electrónico que suene “serio” (nada de sexycat@xxx.com), cuidar la ortografía y el lenguaje de cualquier correo electrónico que enviemos al cliente, aunque solo sea para confirmar la fecha de entrega, ser puntuales y entregar un trabajo limpio, tanto en redacción como en la presentación física (por ejemplo, si realizamos una traducción jurada y la tenemos que enviar en formato papel, no vayamos a enviarla en un sobre sucio y arrugado; si podemos imprimir nuestros datos o logotipo en el sobre o usar etiquetas, mucho mejor).

3)      Si traduces a esa velocidad, mejor dedícate al encaje de bolillo.
Sí, así es esta profesión (y de forma tan clara nos lo expresaba cierto profesor): hay que traducir bien y además rápido. No vale (o no debería) poseer solo una de las dos cualidades. Si traduces rápido pero mal, olvídate, porque perderás clientes y seguramente dinero. Y si traduces de forma excelente pero muy lento, pues es una pena, pero seguramente no podrás cumplir con los plazos de entrega tan estrictos que exige este mundo. Así que el encaje de bolillo, según este profe, es una opción.

4)    La traducción es la SEGUNDA profesión más antigua del mundo (véase también, by el mismo profesor, “Los traductores somos las meretrices de la comunicación”). Ahí estamos, señoras y señores, codeándonos en el ránking con los mejores.

5)     San Google y ChorRAE. Así es; según esta profesora debíamos pasar un poco de si algunos términos no aparecían en la ChorRAE, pero debíamos venerar a San Google porque gracias a él y a su búsqueda avanzada encontraríamos casi cualquier cosa.

Se aceptan opiniones…

6)    Ah… Haber elegido muerte… Creo que todos mis colegas de la FTI de Granada conocerán esta frase. El profesor venía a decir que sí, que a veces traducimos a contratiempo, a veces no nos gusta el tema que traducimos, a veces estamos encerrados en casa sin salir y sin dormir durante una semana…pero eso ya lo sabíamos, ya nos lo avisaron, y aún así quisimos ser traductores.

Así que no nos quejemos. Si no os gusta, haber elegido muerte 😉

Y de paso, un saludo a todos los compañeros que compartieron risas (y lágrimas, o nervios, o preocupación o incertidumbre) en la Facultad de Granada.

Los timos en la traducción: Parte II

2)      El timo surrealista. (Estos no quieren la traducción, solo dinero. Y volverte un poco loca, también)
Caso: Un día me escribe una persona X pidiéndome una traducción. Es para un proyecto personal, no es para ninguna empresa, agencia, etc. No me resulta raro porque, como muchos, me anuncio en mi página web y es simplemente un particular que me ha encontrado y necesita traducir algo. ¡Ah! El cliente es extranjero. Me presenta un proyecto considerable, y yo le ofrezco un presupuesto, la verdad, bastante alto.
Me lo acepta sin rechistar, y además me da un plazo larguísimo de entrega. Pero, me pide mi dirección para ingresarme un cheque con el importe total la semana siguiente. Empecé a sospechar cuando vi que ni me ponía pegas en el precio, ni me pedía la traducción para ayer, y además se ofrecía a pagarme ya. Pero pensé: ¿qué tipo de timo es este? Si yo no recibo el dinero, no empiezo a traducir, y punto. Total, él ha puesto esas condiciones, no yo.
Una semana después, efectivamente, recibo un cheque. Pero un cheque de 3000 libras más de lo que yo le pedí en mi presupuesto. Yo ya me estoy imaginando mis próximas vacaciones en el Caribe cuando despierto y digo: esto no puede ser. No tiene sentido. Si yo voy al banco y me dicen que el cheque no tiene fondos, pues no traduzco. No entendía qué ganaban ellos con eso, ya que todo estaba pasando antes de que yo enviase mi traducción (que, según yo, es lo que querían). Pues bien, voy al banco y me dicen que en principio parece un cheque completamente legal, pero al venir de un banco extranjero, tardan como un mes en comprobarlo y en ingresarme el importe del mismo.
En fin, después de todos estos sinsentidos continuados, descubro en qué consiste el timo: como una semana después (y antes de que mi banco me diga si el cheque tiene fondos o no y/o me pueda entregar el dinero), me escribe el cliente diciéndome que se ha confundido en el importe, y me suplica que por favor le ingrese la diferencia porque lo necesita ya para el proyecto que está llevando a cabo. Que, total, tú en un par de semanas tendrás todo el dinero y así lo recuperarás. Claro.
¿Qué hacer ante esto? Pues no ser tonto/a. Obviamente, en éste no caí. No iba a devolver nada antes de recibirlo yo. Pero supongo que algunas personas deben haber caído, cuando esta gente se toma la molestia de hacer un cheque, enviártelo certificado al país de donde seas y gastarse, aunque sea algo mínimo, en preparar su jugada. Alguna vez tiene que haberles salido bien.

 Después de estas desventuras, he aprendido aunque sea un poco, y voy con mucho más cuidado. Así que si aceptáis algunos consejos de como reconocer o evitar trabajar gratis, ahí van: 

1)      Siempre que un cliente se ponga en contacto con vosotros, buscadle. Por su dirección de correo electrónico, su nombre, la empresa en la que trabaja, o como sea.

2)      Si el cliente es extranjero y te escribe en un pésimo inglés, o si escribe desde una dirección de corre electrónico de dominio gratuito, desconfía. Puedes pegar el e-mail entero en Google y buscarlo. En el segundo de los casos que he contado, hice eso, sabiendo ya que era un timo, y me encontré el e-mail tal cual en un foro de quejas.

3)      Cuando son agencias, siempre puedes buscarlas en el Blue Board de Proz.com, o en muchos otros foros o grupos que sirven precisamente para verificar la fiabilidad de empresas y clientes.

4)      Que no os de miedo pedir información de más a los clientes, que os paguen un porcentaje por adelantado si es una traducción muy extensa o incluso hacerles firmar algún documento de colaboración, en el que aparezcan su CIF y sus datos de facturación. Siempre puedes decirles muy amablemente que es simplemente tu política de trabajo. Si es un cliente serio, no le importará.

 

Y por último os invito a aportar cualquier mala experiencia que hayáis tenido al respecto, o consejos sobre cómo evitarlas. Para que la historia, aunque sea esta, no se repita.

Los timos en la traducción: Parte I

Cuando nos hablan de timos, en cualquier ámbito, pensamos que nunca vamos a caer en ellos. Como cuando vemos a esos abuelitos que salen en las noticias contando cómo les engañaron en la venta de tal producto o en una suscripción o en cualquier otra cosa.

Pero esta es la historia de cómo a pesar de eso, caemos. O al menos yo caigo, he caído ya varias veces. También tengo que decir (a mi favor?¿) que soy una persona muy ilusa. Cosa que os va a quedar muy clara después de leer lo que os voy a contar, desde luego. Así que lo cuento sin demasiado orgullo y más bien con bochorno, pero con la esperanza de prevenir a mis compañeros traductores ilusos del mundo.

Pues bien, voy a dividir los timos en dos tipos:

1) El timo convencional (Alguien que quiere una traducción pero no la quiere pagar. Ja. Pues sí. ).

Caso: Un día recibes un correo electrónico hablándote de un proyecto de traducción. Sigues los pasos convencionales: le presentas un presupuesto, te lo acepta, y empiezas a traducir. Hay una comunicación fluida entre traductor y cliente. Además es un proyecto de localización de un programa de inglés a muchos idiomas. El cliente te va enviando guías de estilo, notas con correcciones hechas a los traductores de las otras lenguas, guías de uniformidad, etc. Llega la fecha de entrega y envías tu traducción. Te responde al cabo de un par de días con unas cuantas correcciones que quiere que hagas. Las haces y se las envías. Te responde dándote el OK; todo está correcto. Y después de eso…nada. Sin noticias. Así, cual un personaje Orwelliano en “1984”, el cliente desaparece por completo. No tenemos forma de contactar con él, ni ninguna prueba con la que tomar la vía legal.
¿Qué hacer ante esto? Yo no hice nada. Vi la causa perdida antes de empezarla. No le había hecho factura (porque me dijo que no era necesario, y no entendí nada sospechoso en eso). Pero si a alguien se le ocurre qué hacer, estoy abierta a todo.

Variantes: Aquí también nos podemos encontrar con agencias de traducción españolas, súper conocidas por todos, con las que trabajas con presupuestos, facturas, etc, pero nunca te pagan. No desaparecen del mapa, pero te dan largas y excusas de lo más estúpidas. En este caso “juegan” con el hecho de que muchos traductores, si sólo les deben una factura de 50€, no quieren ni perder el tiempo en emprender acciones legales contra ellos.

¿Os veis reflejados en esta situación? Espero de verdad que no, aunque creo que este tipo de timo es algo común y puede habernos pasado a todos.
Me retiro a deliberar una forma decente de hablaros del otro tipo de timos; en la segunda parte de esta entrada. Muchos saludos bloggeros.

Una idea errónea sobre las tarifas (que las agencias nos hacen creer)

El tema de las tarifas aparece en casi todos los blogs de traducción que he leído. Siempre es interesante leer las opiniones de los colegas y sus propias experiencias así que, aunque a riesgo de repetirme, me gustaría expresar mi punto de vista al respecto.

Hablo como alguien que hasta hace no mucho ha aceptado tarifas bastante pobres con tal de conseguir “empezar” o “meterme” dentro del mundo de la traducción como autónoma.

En concreto, hay un punto que se ha repetido en mi experiencia con muchas agencias, y que he creído válido durante largo tiempo. Afortunadamente, creo, hace poco abrí los ojos y empecé a ver ese mismo tema desde otro ángulo.

Seguro que a muchos de vosotros os ha pasado: Una agencia de traducción os envía un proyecto y os pide tarifas. Les respondéis con unas razonables y os vuelven a escribir diciéndoos que se les sale de presupuesto; que lo máximo que os pueden pagar es X (las tarifas más míseras que os podáis imaginar, y seguro que podéis); pero os piden que lo hagáis ya que, aunque ellos son conscientes de que es poco y entienden y valoran vuestro trabajo, prometen enviaros muchos proyectos; con lo cual, aunque sea poco dinero, traduciendo tanto volumen, os saldrá rentable.

Pues bien, yo digo: ¿me estás diciendo que porque me vas a mandar mucho trabajo me vas a pagar menos? Porque siempre me había parecido lógico, como dije antes, pero ahora pienso: “No tiene sentido. Si me vas a mandar mucho trabajo, entonces deberías pagarme más, porque eso significará dedicar la mayor parte de mi tiempo a traducir para vosotros, así que no me quedará tiempo para aceptar otros trabajos de otros clientes que (quién sabe), podrían pagarme más”. Un gran volumen de trabajo exige casi casi exclusividad, y la exclusividad tienen que pagarla.

Yo, desde luego, he decidido no perder más mi tiempo traduciendo miles de palabras a muy pocos céntimos. Seguro que en el tiempo libre que me queda, algún otro cliente puede aparecer que me pague algo más decente.

¿No creéis?

It’s gonna be a sit-down dinner!


Anoche, viendo una película estadounidense en versión original, me resultó curiosa una expresión que utilizaron.

Os pongo en situación: dos familias vecinas nunca han tenido relación; empiezan a hacer un intento porque haya un acercamiento entre ellos, ya que sus hijos tienen la misma edad, van al mismo colegio, etc, etc.

Una de las madres le comunica a su familia que ya está decidido, que digan lo que digan esa noche va a invitar a cenar a los vecinos, que tienen que conocerse. Y que no se crean que será fácil. “It’s gonna be a sit-down dinner”, dice, amenazante. Los hijos la miran como diciendo: «¿de verdad? ¿Que nos vamos a tener que SENTAR a CENAR con esos desconocidos, dar conversación y alternar? Insoportable»…

Y es, de hecho, si no insoportable, algo inútil en algunas culturas. En España, de momento, ni siquiera necesitamos una expresión como tal. Una cena o una comida es lo que es: todos juntos y sentados, con aperitivo y sobremesa si se puede, claro que sí.

Soy consciente de que en estos tiempos y por el cambio de rutina, los horarios de trabajo, etc, a veces esto resulta difícil. Pero no tanto como para que hagamos distinción o especifiquemos que la comida o la cena tienen que ser “sentados” (tapear, por si alguien lo está pensando, es tooda una cultura diferente, y merecería un post aparte).

Esto me hace pensar qué haría yo como traductora si me encontrase esa expresión en un texto. Lo traduciría como “cena”, sin más. He leído en algún lado “cena formal”, pero me consta que una “sit-down dinner” no implica en ningún caso que sea formal. Quizá lo complicado vendría para un traductor de doblaje que tuviese que adecuar la traducción a la imagen y su duración; “cena”, claro está, se quedaría corto ante “sit-down dinner”.

Pero volviendo al tema cultural, recuerdo con gracia como, cuando viví en EEUU, comiendo con amigos estadounidenses y de otros sitios de Europa, al terminar de comer todos ellos (a excepción de los mexicanos y los españoles) se ponían muy nerviosos si nos quedábamos hablando en la mesa, sin más. Decían: “pero si ya hemos comido, ¿qué hacemos aquí?”. Era este tipo de choque irreconciliable: nosotros nunca entenderíamos sus prisas por marcharse, ni ellos la poca utilidad de quedarse en la mesa si ya nos lo habíamos comido todo. Ni ganas.

Lo expresa de forma muy gráfica (y graciosa, como casi siempre) la definición del término que hace el Urban Dictionary:

Sit-down dinner: 45 minutes of pure torture by food alone […].
Ex: The thought of sit down dinner makes me sick.

Tiene gracia, ¿verdad?

Es el encanto de la variedad cultural.

«traducir es escribir; escribir es siempre traducir y ambas cosas son vivir»

Es una bonita frase para inaugurar este blog, creo. No es mía, compañeros; ojalá fuese mía; pero no estoy yo tan poética a estas horas de la mañana en las que escribo.

Esta frase la pronunció el escritor luso Lobo Antunes en la charla que dio en el Instituto Cervantes de Madrid, inaugurando con ella el ciclo (que aún está activo) sobre traducción que se está llevando acabo. “Escribir y traducir desde… (Portugal, el País Vasco, Galicia, Cataluña, etc)”, pasando por varios espacios del territorio ibérico que cuentan con lenguas propias.

Lobo Antunes, en su conferencia, se centró en un tema que no por muy repetido entre traductores deja de interesarme: el carácter creador del traductor (del traductor en general, y del traductor literario en particular), el traductor como autor y no como mero “copista” de un mensaje de una lengua a otra. Quizá solamente me interesa porque me hace sentir que pertenezco a una profesión exclusiva y especial. Es como decirles a los que alguna vez nos han dicho: “oye, pero tú esto me lo traduces en un momento, ¿no? Si ya sabes inglés, solo lo copias en español y ya está”, “pues mira, no, que yo no solo conozco otro idioma, lo leo, y vomito en español lo que estoy leyendo en inglés, no. Que si traduzco una novela de X autor tengo que hacerlo con un estilo, un tono y un ritmo determinados; que tengo que cargar las palabras de música y de significado y, aunque quizá nunca te vaya a sonar mi nombre o el de otro traductor, tu autor favorito es X porque has leído una buenísima traducción de un colega de profesión”. Me recreo en el momento de soltarle todo eso a alguien, la verdad.

Pero a lo que iba, más o menos lo mismo me hace sentir sentarme a escuchar a alguien como Lobo Antunes hablar de esa forma de los traductores.  Según él, la traducción es la forma de adentrarse en «las profundidades secretas a las que no se tiene acceso habitualmente», aunque también afirma que hay algo que es imposible traducir, y es la malicia de la lengua original. Me encantó esa frase, y no porque la crea 100% cierta, solo por todo lo que me hizo pensar… pero ya hablaré en otra ocasión de lo traducible y lo intraducible.

Aún así, todavía hay compañeros que son muy negativos al respecto, y se quejan de lo poco estimada que está nuestra profesión. No les quito razón, pero yo sinceramente creo que vamos por el buen camino, que cada vez más personas ven la traducción como una profesión seria. Además, pienso que está en nuestras manos darle prestigio a lo que hacemos y que durante un tiempo hemos pecado de modestia. Así que, para compensarlo, no veo por qué no deberíamos pecar ahora de lo contrario. A mí me encanta hablarle a alguien de lo guay que es traducir, lo difícil y lo importante que resulta en casi cualquier ámbito. Por muy pocas que sean las personas que reaccionan como si acabase de abrirles los ojos a algo en lo que nunca habían caído (aunque otros me digan que sí que somos pesados los traductores…), me doy por satisfecha.

Es mi pequeño granito de arena.

Saludos a todos y bienvenidos a mi blog.